Invita Garcia

Notas, historias y personajes del Valle de Río Negro y Neuquén. El arte, la cultura y la vida cotidiana sin envoltorios. Comienza el recorrido. Te lleva García

Wednesday, June 14, 2006


JUEGOS CON OLOR A MENTA

Haciendo zapping por las rutas de la televisión.me detuve en un programa de cocina.
Algo nada habitual en mí que no cocino, simplemente porque no me produce placer hacerlo. Aunque me gusta comer, como a la mayoría creo.
El programa en cuestión era conducido por una monja: la
Hermana Bernarda (María Bernarda Seitz). La mujer es muy popular entre un amplio sector de amantes del arte culinario, y ya publicó varios libros de recetas.

El ciclo era distinto a los que estamos acostumbrados a ver sobre el tema. Incluso la escenografía era muy sencilla. Parecía grabado en una cocina cualquiera, y la religiosa recordaba a una abuela, que podria ser la de cualquiera de nosotros.
La concentración, la pasión que esta mujer ya entrada en años ponía para explicar las preparaciones resultaba convocante.
Estaba ahí, todo el tiempo recordando que cocinar tiene que ver con demostrar amor.
“Por ejemplo si alguien está enfermo y usted le prepara algo especial, le ayuda a mejorar. El otro se siente bien”, decía.
Y mientras hablaba decoraba un plato con hojas de menta y flores ”¡Nunca debe faltar el rojo del amor y el verde de la esperanza!” Y así seguía, invitando a los televidentes a probar el juego de la cocina.
Todo lo hacía con sumo esmero, cuidando los detalles.
Mi sensación era la de estar descubriendo una obra de arte. Tal vez tiene que ver con cierta admiración que los que no cocinamos tenemos hacia los que lo hacen, y lo disfrutan.

¿Qué misterio hay en el acto de cocinar?
¿Qué cosa hace que tanta gente se deleite haciéndolo?, en lo cotidiano, no hablo de cocina profesional.
Si lo pensamos casi todos tenemos un plato preferido, aunque no lo elaboremos. Y seguramente tenemos a alguien que cada tanto nos recuerda y lo prepara.

Y se puede llegar una tarde a casa, y toparse con el perfume de la torta sobre la mesa. Y paso siguiente, uno puede acomodarse en ese clima amoroso que alguien instaló en la cocina.
Se puede tolerar mejor el frío del invierno una de esas noches en que se abre la puerta con la lluvia tiritando en los hombros y un hombre pone la mesa. El certero aroma de la sopa sobre el mantel cuadrillé, manos de humareda, luna sin pretensiones y algún pájaro de pan.

¿Será ese el misterio escondido en la cocina? ¿El aroma que se impregna para siempre en nuestras emociones? ¿Ese que hace que a veces necesitemos guisos de madre y postres de abuela, como cantaba
Sui Géneris?(1)

¿Será el calor del pan recién horneado?¿La seducción de las especias en el aire, el vapor de la olla sobre la hornalla, los postres de navidad o el chocolate de cumpleaños?

Probablemente sea todo eso junto. Y seguro, son unas manos que juegan a mezclar una y otra vez los ingredientes, como si quisieran encontrar una masa que hable de amor.(Foto:www.colombopashkus.com.ar)
(1) Dúo de rock nacional conformado por Charly García y Nito Mestre, disuelto en 1975
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Tuesday, June 13, 2006

Foto: diario El País
LA REDACCION

TEMA DE DEBATE: LA CULTURA DEL TRABAJO
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GANARAS EL PAN
"Arbeit Macht Frei" (El trabajo te hará libre)
Texto escrito en la puerta del ex-campo de concentración de Auschwitz- Polonia


La cultura del trabajo es víctima de la cultura del empleo.
El trabajo es salud”, “El trabajo dignifica”, “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” son algunas de las ideas presentes en el imaginario cotidiano, y que contribuyen a sustentar el modo de acumulación capitalista.
Foto:www.panactual. com

Todo indica que hay que trabajar para sobrevivir, pero también para responder a un modelo previamente establecido: el de “hombres y mujeres que se ganan la vida”.
De este modo, por décadas el capitalismo inyectó a la sociedad los preceptos que aseguran la dependencia, la explotación y la devoción al sistema. Así ha sostenido el crecimiento económico y el progreso,que obviamente no implica desarrollo humano.

Estos valores nacieron en la sociedad industrial. Se instaló definitivamente la idea de consagración al mundo del trabajo productivo, como si fuera la única posibilidad de trabajar.
El trabajo se transformó en eje fundamental, rector de vida, y por supuesto generador de riqueza para unos pocos. Y esto le dió al capitalismo un poder sin trabas sobre la sociedad. Se utilizan todo tipo de mecanismos para preservar el concepto de trabajo en las consciencias, mientras se lo elimina en su esencia para economizarlo, hacerlo mensurable y vendible como mercancía.
Todos, empleados o desempleados, son incitados a luchar por ese trabajo.
Y “En cada manifestación, cada pancarta que proclama: “ queremos trabajo” se proclama en realidad la victoria del capital”, sentencia André Gorz (1). Porque en realidad lo que se intenta es desconectar el trabajo del derecho a tener derechos sobre lo producido.


"Trabajo"- Obra de Orlando Lara (www.orlandolara.com)


El trabajo productivo ocupa la mayor parte del día de las personas. No tenerlo se parece mucho a no existir, equivale a la exclusión.
Quien no cuenta con empleo ingresa a la categoría de desocupado: sin ocupación. Como si no realizara otras tareas, o como si fueran intrascendentes.
Ya no vende, no compra, no tiene nada que hacer en el mundo del consumo y el intercambio.
Pero el que lo posee tampoco cuenta con seguridad de empleo.

A veces, la desesperación por conseguir “algo” puede poner en riesgo el sentimiento de pertenencia de los trabajadores a un colectivo.
Muchos pierden la confianza en su creatividad y en el valor del trabajo mismo, como actividad inherente a su naturaleza. Ese que no se realiza para conseguir dinero, sino como una manifestación de lo humano.
Un ama de casa trabaja, también un abuelo que cuida a sus nietos, o un desempleado cuando realiza tareas en el hogar.
Trabaja el músico, o el escritor, por más que su arte no sea reconocido como un trabajo.
Pero lo cierto es que en el escenario de la producción y el intercambio el trabajo, la consciencia de la propia capacidad de hacer cosas por nosotros y por los demás se extingue.
La cultura del trabajo se pierde ante el convencimiento de que sólo trabaja quien tiene un empleo. Es víctima de la cultura del empleo.
(1) GORZ, André. "Miserias del presente, riqueza de lo posible"- Cap. II, pág. 231
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